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El arte de gestionar empresas

El arte de gestionar empresas

El arte de gestionar empresas

DEUSTO BUSINESS SCHOOL | 10/05/2023

Marta Álvarez Alday

Profesora de Estrategia y Sistemas de Información de Deusto Business School 

Gestionar es una actividad eminentemente humana que supone resolver problemas que entrañan cierta dificultad. Por esa razón, saber gestionar bien es un arte, además de una ciencia y un oficio, como señala el profesor Henry Mintzberg. Y la dirección de empresas es una de las actividades humanas más amplias, exigentes y desde luego, más cruciales para nuestra sociedad.

Edward Wrap afirmaba que las personas encargadas de la dirección de empresa son “seres humanos con una función muy especial: conducir, impulsar y revelar las potencialidades y los sueños de otros seres humanos” ¿hay algo más retador? Y en especial en este mundo cambiante que afecta a todos los sectores.

A eso se refería el filósofo Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista, famoso por acuñar el término de sociedad líquida en referencia a nuestro mundo en el que la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. En su libro Extraños llamando a la puerta asevera: “En este mundo globalizado hemos caído en la indiferencia globalizada: nos hemos acostumbrado al sufrimiento de otras personas”.

Terrible pero cierto; por eso el reto de quienes gestionan organizaciones es importante, porque cualquier decisión tiene repercusión sobre numerosos factores. Por eso, es importante que esas personas que se encuentran al frente de las empresas y tienen que tomar decisiones trascendentes lideren con valores y se comprometan con la generación de riqueza para todos los partícipes sociales, y se preocupen por el impacto económico, social y medioambiental de todo lo que hace la empresa en su entorno y más allá.

Es fundamental apostar por proyectos competitivos y humanos que conduzcan a la construcción de una sociedad rica, comprensiva, solidaria y próspera.

Además, los líderes empresariales deben tomar decisiones en medio de un mundo repleto de avances tecnológicos en digitalización, metaverso, inteligencia artificial o biomedicina y, sobre todo, afectado por un preocupante desequilibrio geopolítico.

Ante este panorama el gestor debería tener siempre en cuenta dos ideas: la importancia de la colaboración y la fuerza de la voluntad.

LA COLABORACIÓN

Todos los pueblos se basan en la colaboración. La empresa es una comunidad humana que nace de las relaciones, donde la actuación de uno afecta al otro. No ganamos si crece uno solo, solo ganamos todos si crece el conjunto. La empresa como conjunto de partícipes sociales o grupos de interés requiere la colaboración de distintos stakeholders y entender sus intereses y expectativas y tratar de buscar el equilibrio entre todos ellos, es tarea de la dirección.

Recordemos en este punto a Adam Smith y la mano invisible defendiendo que la suma de comportamientos que buscan el propio interés maximiza el resultado del conjunto.

En esta misma línea, la filósofa Adela Cortina, en su libro Aporofobia, se refiere a que biológicamente estamos preparados para el egoísmo, como una garantía de supervivencia, pero añade inmediatamente, que también para la cooperación. La capacidad de cooperar es la base de la moralidad humana; y en términos de empresa no cooperar puede resultar suicida.

Buscar el beneficio mutuo es más razonable que empeñarse en conseguir el máximo individual sin importar las consecuencias. Es más prudente cooperar que aislarse; más sabio buscar aliados que hacerse enemigos. Y esto es aplicable a las personas, las organizaciones y los pueblos.

LA VOLUNTAD

La segunda reflexión versa sobre la fuerza de la voluntad como facultad de decidir y ordenar la propia conducta.

No somos realmente conscientes del enorme potencial que tenemos dentro de nosotros mismos. Se nos olvida que somos capaces de conseguir lo que nos propongamos. Podemos ser los dueños de nuestro destino. La persona que eduque su voluntad verá que sus sueños se irán convirtiendo en realidad. Como ya sentenciaba Maquiavelo: “Cuando la voluntad es grande, las dificultades no lo son”.

Pero para ello es necesario conocerse. “Conócete a ti mismo”. Esta inscripción en el templo de Apolo en Delfos y que Platón, en el siglo IV antes de Cristo, se encargó de difundir, nos recuerda la importancia de mirar hacia dentro antes de tomar cualquier decisión. Y no es tarea fácil.

En un intento de descifrar la base química de nuestro comportamiento, la neurociencia ha descubierto recientemente el papel que tienen las hormonas en la toma de decisiones. La psiquiatra Rojas Estapé hace hincapié en tres: la oxitocina, el cortisol y la testosterona.

- La oxitocina se asocia a un comportamiento compasivo, de apego, de protección, solidario.

- El cortisol nos ayuda en la resolución de problemas difíciles que ponen al ser humano en una situación de peligro o de estrés.

- Y la testosterona se vincula con la energía y la agresividad; potencia la competitividad y favorece la asunción de riesgos.

Del equilibrio de estas hormonas dependerá que cada persona y en cada momento esté predispuesta a un tipo u otro de decisión. Sin embargo, las hormonas no determinan nuestro comportamiento, porque ahí es donde entra en juego la voluntad de empresarios y gestores que vuelquen en su tarea su ingenio, su talento, y sobre todo, su fuerza de voluntad a la hora de crear y estar al frente de proyectos que generen valor económico y social.