Los servicios de estudios de los bancos, empezando por el del Banco de España, están muy preocupados por el aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI)  y por la sostenibilidad del sistema de pensiones. Por eso, periódicamente, advierten o -mejor dicho- asustan a la población con mensajes elaborados por ellos, o por sus think-tank económicos satélites, de las nefastas consecuencias de incrementar el SMI o del inminente colapso de las pensiones públicas.

Uno de los últimos recados que han enviado a través de los medios de comunicación más afines es que la pensión media de jubilación ya es superior al sueldo más habitual, un dato que evidencia la necesidad de aumentar el salario mínimo y contradice sus recetas para mantenerlo como está.

Las preocupaciones de las élites bancarias por el dinero de los trabajadores en activo y de los que ya están jubilados contrasta con la despreocupación absoluta por el aumento desmesurado de la masa salarial de los directivos de la banca y de las grandes empresas, y la reducción de los salarios de sus trabajadores, que tiene una consecuencia demoledora: la desigualdad galopante que dispara la brecha social.

El sesgo de la inmensa mayoría de los informes económicos radica en que parten de una visión económica lineal y todavía no asumen el nuevo esquema de la economía circular. Hay que recordarles que el dinero -especialmente, el digital- es el bien más circular de todos. Se reutiliza constantemente y nunca pierde su valor y sus propiedades. 

Con la digitalización y la extensión casi universal del dinero electrónico, la masa monetaria en circulación se puede evaluar en tiempo real. Si a eso añadimos los pasos hacia una homogeneización fiscal como la iniciada en la UE y en la última reunión del G-7 para evitar los paraísos fiscales y facilitar la gobernanza global del planeta, podríamos hablar de un futuro a medio y largo plazo con un círculo virtuoso de la economía circular del dinero.

El dinero de los asalariados y pensionistas es transparente y se reinyecta en el sistema económico sin opacidad alguna. En las democracias consolidadas y avanzadas el estado se queda con un 50% del dinero en circulación a través de los impuestos directos e indirectos y la otra mitad va a pagar los bienes y servicios producidos por las empresas.

El problema está en las grandes fortunas especulativas que depositan su dinero en los paraísos fiscales, en el dinero negro y anónimo que manejan las mafias con los tráficos ilegales de armas, drogas y personas y en la complicidad institucional de los gobiernos y parlamentos que no se dan prisa para atajar la crisis del capitalismo depredador de todo tipo de recursos.

Frente a los ministros de finanzas que suspiran por las fracasadas recetas del austericidio, estamos en el camino correcto de la sensatez con las medidas adoptadas en Europa y Estados Unidos para afrontar el escenario postpandemia. La economía circular es la solución adecuada para una transición ecológica justa y sostenible.